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Nubes oscuras

CONCEPCIÓN TEÓRICA

DE LA SOLIDARIDAD MIGRANTE

Solidaridad: un camino teórico por recorrer

Generalidades del concepto

Inseguridad y rechazo

La solidaridad difiere de la caridad a partir del momento en el que no solo se da una “colaboración” o se le compra un producto a un migrante, sino que se escucha sus historias, sus conflictos e inquietudes, sus desavenencias. Una solidaridad genuina aparece cuando se abandonan las barreras con las que se ve al otro como alguien perjudicial para la integridad social y en cambio, se comprende que “los migrantes son humanos, que se mueven buscando expresarse a cabalidad y buscando un reconocimiento total” (Gasper D. & Sinatti D., 2016). Mientras la solidaridad permite crear una relación basada en la igualdad entre migrante y receptor, la caridad en cambio, propicia una jerarquía en la que el primero es inferior al segundo.

La base conceptual del enfoque bajo el cual se desarrolla el proyecto tiene como sustento fundamental los postulados de Jean Piaget citados por Realitas, revista de Ciencias Sociales, Humanas y Artes perteneciente a la Corporación Universitaria Reformada (Barranquilla, Colombia) que exponen el término de solidaridad como una forma de “salir del punto de vista personal y pasar al del otro, encuadrándose en relaciones solidarias”.

 En la investigación se han encontrado casos en los que la práctica de este valor minimiza considerablemente situaciones de migración complejas y además genera un intercambio constructivo entre el migrante y quien realiza el acto solidario, aspecto que acelera los procesos de adaptación —entendidos como la comprensión del migrante hacia las dinámicas sociales, económicas y culturales del nuevo contexto en el que habita y su convivencia con ellas. Es también una fase lograda gracias a la asimilación y respeto del receptor—.

De igual modo, en las conductas prosociales —“La conducta prosocial toma muchas formas, incluyendo las conductas de ayuda, cooperación y solidaridad” (Moñinas, 1996, p. 125)— la solidaridad está presente no el ámbito individual, sino en el comunitario con el propósito de “influir en determinada realidad para modificarla, con la participación activa de los miembros de las comunidades en las cuales interactúa” (Neira, 2013, pág. 45). El principio solidario figura entonces como un mecanismo de inclusión en el que el migrante es considerado como un participante activo al interior de la comunidad en la que se encuentra.

Las perspectivas expuestas coinciden con las afirmaciones emitidas por la Universidad de Concepción frente a la inminente llegada de emigrantes haitianos a Chile durante el año 2017 (Universidad de Concepción, 2017). La entidad académica, en un artículo web, aseguró que ante la falta de infraestructura económica para suplir las necesidades de la población migrante, junto con las pocas campañas estatales implementadas para resolver esta problemática, el ejercicio de una verdadera solidaridad —aquella que trasciende los actos caritativos y que está basada en la igualdad universal de las personas— ayuda y busca “resguardar el desarrollo de todos sin distinción de raza, sexo, nacionalidad, credo o militancia, porque entiende que el menoscabo de la dignidad de algunos, afecta a todo el entorno social” (Universidad de Concepción, 2017).

Desde la sociología, Émile Durkheim plantea una solidaridad que cuenta con dos variantes: la mecánica y la orgánica. En la segunda, el término de solidaridad es un elemento de cooperación e integración, a la par que es también un instrumento de legitimación de todos los agentes que intervienen en una sociedad, cuyas relaciones son posibles gracias a labores individuales generadoras de lazos interdependientes y cohesivos (De Lucas, Javier, 1993).

El concepto actual de la solidaridad, es propuesto como “el valor que consiste en mostrarse unido a otras personas o grupos, compartiendo sus intereses y sus necesidades” (Neira, 2013, pág. 44). La solidaridad y la xenofobia son determinaciones, opuestas entre sí, seleccionadas por las comunidades o personas receptoras de migraciones: deciden ser solidarias o deciden ser xenofóbicas. Cualquiera que sea su selección tendrá un impacto, tanto en la realidad del migrante como en su constructo social.

Cuando existe un supuesto riesgo a la seguridad de la ciudadanía, debido a la presencia de población inmigrante, la xenofobia y el rechazo se convierten en la contraparte y figura antagónica de dicha solidaridad. Al presentarse circunstancias como esas en el entorno social, se reduce la promoción de políticas que incluyan a la comunidad migrante: “Los migrantes son marginales respecto de los centros de poder que manejan el diseño de políticas y el análisis legal a nivel del gobierno” (Gasper D. & Sinatti D., 2016).

“La migración se genera en parte debido a una búsqueda de seguridad e implica nuevos tipos y riesgos de inseguridad” (Gasper D. & Sinatti D., 2016). Estar en un nuevo territorio, bajo la denominación de “extranjero” conlleva a que la identidad del migrante tenga diferencias frente a “los sistemas administrativos, la familiaridad cultural y la aceptación política y cultural” (Gasper D. & Sinatti D., 2016) del lugar al que ha llegado. No se habla ya entonces solo de la seguridad de la población que recibe al migrante, sino también de la seguridad de este último.

El concepto “todos-afectados y todos-dependientes” es la generalización de una acción o situación negativa realizada por una minoría dentro de un grupo, estas circunstancias representarán tanto al sujeto que cometió los actos como al círculo social y cultural al que pertenece. Es un componente importante de la seguridad humana dentro del marco de las migraciones.

El caso de “todos-afectados” se justifica en algunas aseveraciones hechas por el testimonio de una mujer ubicada en el sector Estadio, a la cual se le protege su identidad. Afirma que no confía y que no le ayudaría a los venezolanos porque son ellos los causantes del incremento de la inseguridad en el país. Respaldó sus comentarios con la anécdota del robo a un conocido suyo ocasionado por dos mujeres venezolanas y sumado a eso, rumores difundidos con los que se generaliza un perfil delincuencial de esta población. 

Se ha adoptado una creencia generalizada errónea en la que se le atribuye el incremento de la criminalidad en la ciudad a la población migrante. Es posible que muchos de esos casos delictivos se ejecuten por ellos, pero no es razón suficiente para que sea un calificativo absoluto. Si el Estado y la comunidad en general no los incluye en sus políticas, el acceso a programas de salud o trabajo se reducirán a tal punto que muchos no encontrarán más salida que en la delincuencia. Un estudio realizado en 2020 por Migration Policy Institute “[…] sugiere que, en su mayor parte, los migrantes venezolanos cometen sustancialmente menos delitos, y ciertamente menos delitos violentos, que la población nativa, en relación a su proporción dentro de la población general. Esto indica que la percepción pública de que la inmigración está aumentando las tasas de delincuencia está fuera de lugar” (Bahar, D. Dooley, M. & Selee, A., 2020)

CRÓNICA

Migraciones solidarias en retrospectiva

Previo al inicio del semestre, las migraciones eran consideradas como un fenómeno social que involucraba tanto a quien se desplazaba como a quien recibía. Se desconocían las vertientes migratorias, aquellas que ofrecen una mirada específica de los sucesos que rodean a un migrante y hacen que su caso sea particular. El contacto directo con migrantes era superflua y tampoco había un interés por conocer información acerca de sus historias: la conformidad con el panorama generalizado revelado por los medios de comunicación creaba la falsa sensación de conocerlo todo, aspecto que a su vez imposibilitaba el análisis y la receptividad. Enfrascados en una sensación de conocer lo suficiente, no se sentía la necesidad de explorar y mucho menos de escuchar.

El proyecto para la universidad, centrado en la migración, fue el puntapié inicial para tener un acercamiento con las personas que habían atravesado desplazamientos transnacionales. Sin embargo, el reto no solo era entablar un contacto con estas, sino también generar un ambiente propicio en el que la confianza permitiera estrechar un lazo para que el diálogo se desarrollara con fluidez y plenitud. Las exigencias académicas despertaron la búsqueda de un enfoque para la revisión de los procesos migratorios.

Inicialmente, el papel materno en las migraciones figuró como propuesta o alternativa que serviría como base para el desarrollo del proyecto. Luego de algunas asesorías, la idea se transformó en una mirada humanística de las migraciones, en las que la solidaridad juega un rol fundamental para indagar en dinámicas inclusivas al interior de sociedades receptoras de migrantes. A partir de esta temática la inmersión, investigación y conformación del proyecto tomó un rumbo claro. Ahora las salidas de campo, la consulta en bases de datos y la obtención de contactos girarían en torno al valor de la solidaridad.

A medida que se gestaba la idea del proyecto también se comenzaron a recorrer espacios cercanos para la identificación de migrantes. El 9 de febrero, Manuela y Mateo se tomaron el Parque Principal de Bello con el fin de reconocer posibles casos. Sentados en las inmediaciones del lugar, escuchaban conversaciones y esperaban extraer de ellas un indicio que les señalara la posible nacionalidad de los transeúntes. Igualmente se observaban las labores específicas de las personas ubicadas en el parque, debido a que según algunos comentarios los venezolanos, por ejemplo, solían vender caramelos, café, manillas o también repartían volantes. La iniciativa de preguntar, luego de identificada la persona, no fue una labor sencilla. Aunque se estructuraba el discurso antes del acercamiento, el temor y los nervios minaban el propósito. Una palabra, sin saberlo, podía resultar ofensiva o incluso, suscitar una reacción inesperada.

Dubitativos, Manuela y Mateo se dirigían a la persona en cuestión. Con una introducción con la que exponían sus razones, ambos comenzaban esa conversación de la cual resultaba un microrrelato. Las palabras iniciales le daban paso a historias que tomaban forma gracias a tímidas preguntas, porque cuando se trata de temas sensibles como la migración las ideas propias se confrontan con situaciones reales y dicha confrontación puede atemorizar. Pero ese migrante también se sentía cohibido; conversar con un desconocido acerca de un pasaje casi íntimo de su vida generaba cierta retracción. Lo que permitió un desenvolvimiento fluido de ambas partes fue la naturalización del diálogo, ese vínculo de confianza estrechado.

Gracias a esos primeros encuentros se conocieron las características de los relatos que se querían incluir en el proyecto; sin embargo, no se reflexionó acerca del impacto que tendría un registro fotográfico y unas capturas de video. El foco de una cámara frente al rostro, junto con preguntas elaboradas y las miradas de los peatones resultaba intimidante. Un reto adicional para el equipo: ¿cómo podía prevalecer la fluidez de la conversación cuando de por medio había un dispositivo grabando todo lo que se decía? Además de predisponerse, los migrantes se sentían obligados a actuar y hablar de una manera distinta a como lo hacían generalmente; su comportamiento seguía la tradicional creencia de que ante una cámara hay que estar acicalado y con un discurso impecable. Captar la naturalidad de la persona era el verdadero propósito del proyecto, de ahí que el equipo garantizara la libertad en sus respuestas y en sus expresiones, asegurarles que no habían palabras correctas o incorrectas.

El impacto que generase el proyecto se puso a prueba en un inicio a través del proceso de convencimiento con los posibles colaboradores musicales. Ya involucrados en la creación del proyecto, recorrieron un trayecto creativo inspirado en algunas de las historias recopiladas, pero también en su propia experiencia personal. Sebastián Guerrero, estudiante de Música con énfasis en contrabajo jazz de la Universidad EAFIT y participante en la creación musical del proyecto, cuenta que su historia también sirvió como insumo para el desarrollo de su canción. El traslado de sus padres de Medellín a Bogotá lo condujo a tomar la decisión de quedarse en la ciudad de manera independiente y así, construir su “vida artística”.  “Uno sabe que no le quedan muchas cosas donde uno está, pero irse tampoco da muchas garantías”, este pensamiento iluminó la idea central para la composición de la canción titulada Me quedo o me voy.

Mientras en las clases se aprendían conceptos narrativos, posibilidades transmedia y teorías audiovisuales, en el exterior se conocían relatos relacionados con la migración. Al entrar en contacto con estas personas y sus contextos, no solo se trataba de escucharlas, sino que era necesario aplicar los aprendizajes para encauzar el diálogo hacia un fin determinado. Las mentes de los realizadores estaban concentradas tanto en las historias como en los caminos idóneos para recogerlas, de tal manera que estuviesen alineadas con la propuesta del proyecto y con los conocimientos adquiridos. Adicionalmente, a los testimonios recolectados debían asignárseles fundamentos teóricos que les dieran fuerza y validez.

Para resaltar las voces de los migrantes era responsabilidad de los integrantes del equipo despojarse momentáneamente de ideas y opiniones personales que intervinieran en el transcurso de la narración. Las preguntas que aparecían solo eran útiles para detectar en los relatos influencias de la solidaridad. Esa dimensión ética en el uso de la información era también aplicada por los realizadores de la música, quienes para componer y producir sus canciones debían conocer primero las historias de migraciones. Finalmente el valor de la solidaridad no fue únicamente objeto de estudio, fue una práctica continua que motivó al interés de conocer y visibilizar; desde el reconocimiento del otro parte una auténtica intencionalidad solidaria y se extiende hasta el compromiso adquirido de respetar lo que dice y lo que piensa.  

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